Ella

Ella R supo al instante que esa noche le costaría dormirse, porque ya soña­ba con Ella. Tal fue el impacto, la ráp­i­da suce­sión de estí­mu­los que le coparon – sin pedir per­miso- cada sen­ti­do, que sus ojos quedaron encan­di­la­dos. El per­fume de la chi­ca era...
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